Textos / 14 marzo 2017

Austria

Ni mis hermanas ni yo teníamos agua en casa y fuimos a bañarnos a “Austria”, como le decíamos al departamento que quedaba en esa calle y que había sido de mi abuela. Yo tenía las llaves. Primero había vivido ahí mi hermana mayor, después mi hermana menor, después yo. Eran muchas llaves: la de la puerta de calle, chata y grande como con dos aspas; la de la puerta del ascensor en el sexto piso, especial, dentada, de puerta blindada, que hacía mucho ruido y a veces se trababa; y por último la del palier, una Trábex común. Cuando entramos, vi que había muebles viejos. Mi hermana mayor se fue a prender la ducha. Yo nunca había visto esos sillones verdes, esa mesa ratona con las patas arañadas, mordidas. De pronto me acordé: habíamos vendido el departamento hacía unos meses. Lo había comprado una señora con un rottweiler. Yo no vivía más ahí. Teníamos que irnos. No entendía cómo podía haberme olvidado de eso. Le dije a mi hermana que nos fuéramos. Mi otra hermana apareció en toalla, riéndose. Las dos se reían, me decían: “No seas cagón, no pasa nada”. Pero teníamos que irnos. En cualquier momento iba a llegar la señora. Yo la había visto el día de la escritura: de unos setenta años, petisa, con pelo corto teñido de naranja, ojos azules; era viuda y hablaba mucho de su perro. Vivía sola con él. Le dije a mi hermana que se vistiera. No podíamos quedarnos ni un segundo más. Me enojé con ellas. No me hacían caso. Entonces escuché ruidos en la puerta. La señora estaba llegando. Abrí la puerta del palier para explicarle. Ella trataba de abrir la puerta del ascensor que a veces se trababa. Espié por la mirilla. Quedé a oscuras en el palier. Escuché el gruñido. Ella se dio cuenta de que había alguien del otro lado, dentro de su casa. Le vi el miedo en la mirada. “¿Quién es?”, preguntó. Mis hermanas parecían ya no estar conmigo. Quise hablar, explicarle antes de que abriera la puerta, pero no podía, me salió de la garganta una especie de gruñido, quise gritar mi nombre y me salió un ladrido fuerte, monstruoso.

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Pedro Mairal nació en Buenos Aires en 1970. Su novela Una noche con Sabrina Love recibió el Premio Clarín de Novela en 1998 y fue llevada al cine en 2000. Publicó, además, las novelas El año del desierto, Salvatierra y El gran surubí, en sonetos; un volumen de cuentos, Hoy temprano; y dos libros de poesía, Tigre como los pájaros y Consumidor final. En 2013 publicó El equilibrio, una recopilación de sus columnas y en 2016 la novela La uruguaya.

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Selección de cuentos, poesías y escritos de diversos autores en los que la casa configura lo que sucede, como en la vida. Curados por Valentina Varas.