Pasó muy poquito tiempo entre que Male se mudó a este departamento y que le surgió la posibilidad de montar su propio estudio. Como funcionaría ahí mismo, la novedad revolucionó los planes decorativos: parecía que no quedaba otra más que sacrificar el espacio del comedor… ¡pero no quería! Entonces, algo buenísimo se le ocurrió: quitó las puertas de un placard y armó dentro de él el escritorio, que se coloreó junto con los estantes y quedó genial.
Mientras esos cambios sucedían, las puertas descartadas descansaron sobre el piso del living hasta que, en una de las idas y venidas, notó que podían convertirse en mueble. Hoy ni te das cuenta de su procedencia.
Transacciones efectivas con familiares trajeron más de un artículo, cortinas viejas se convirtieron en manteles, retazos de tela sobrante tapizaron una silla, y su estilo prolijísimo permite recibir clientes cómodamente.
Fotos: María Tórtora