Ariel y Romina reformaron este amplísimo PH, y con semejante empresa vieron cómo se evaporaba casi todo el presupuesto con el que contaban. Es por esto que la decoración se logró con rejunte de muebles de sus abuelas y elementos comprados en mercados (y hasta levantados de la calle) y restaurados.
Pero che… ¡no se nota la escasez! Es que ambos son arquitectos y la tienen clarísima en el arte de poner en valor cualquier objeto que otras personas descartarían: En el living, una mesa hecha con un pallet y otra de azulejos partidos. Un tablero de electricidad antiguo se luce en el patio y en el comedor un sillón divino que alguien sin corazón abandonó por el barrio.
La biblioteca del hall de entrada es una exposición de tesoros invaluables: Muñecos de él, Barbies de ella, piedras, cámaras viejas, hormas de madera… todo perfectamente mezclado con libros de arquitectura y diseño.
Fotos: María Tórtora