Textos / 25 mayo 2017

Piso compartido

El peruano que vive conmigo sale todas las noches, dijo que estaría acá seis meses pero se impone plazos renovables de treinta días para cumplir las expectativas con las que llegó. Roberto es de la alta sociedad de Lima, parece más japonés que peruano, habla rápido, escupe cuando habla, cocina con mucho limón y sus padres no saben que vive en un piso compartido en Perón y Callao. Vende muebles con descuento por internet y gasta todo su sueldo en conocer cada noche un antro de la capital, porque no encontrará paz mental hasta descubrir cuál es la verdadera crema de Buenos Aires. Por el momento tiene tres grupos sospechosos que describe así: vino y caballos, champagne y autos o speed y wakeboard.

En la casa cada cual tiene su cuarto y estante en la heladera. En mi estante hay mostaza y varios paquetes de aceitunas Nucete, dicen que va a cerrar así que hace tiempo las estoy estockeando. Desde que comparto departamento me pasé a las descarozadas: me resulta imposible escupir carozos frente a otros. El primer estante es de Roberto y el de más arriba es de Chantal, una canadiense que está acá hace cuatro años porque le gusta el circo, así me lo explicó ella. En el estante de Chantal hay berenjenas, huevos y agua mineral. Le tiene miedo al agua de la canilla. Chantal trae muchos amigos a dormir a su cuarto, canta y me mira fijo a los ojos, cree que me calienta, que me relaja. Chantal me mira fijo a los ojos y dice que canta mantras pero se parecen a las canciones de la radio.

Mi primera noche en el departamento de Callao fue un jueves que llegué a la una de la mañana después ir de ir a comer al Palacio de la papa frita, porque con mi amiga Sofi habíamos visto el cartel y nos imaginamos una escalera larga con paredes revestidas de papa, mozos que anotaban el pedido sobre papas y jugos de papa para bajar las papas. Comimos una tortilla y nos fuimos a dormir. Volví en taxi. En la puerta del edificio había dos policías. Pensé que los extranjeros entusiastas estarían haciendo una fiesta arriba, así que no me extrañó cuando la policía me escoltó hasta mi propio departamento.

¿Vos vivís acá? Sí. El vecino se quejó por el ruido de la calefacción. Tienen que apagarla antes de las doce y no es la primera vez que venimos a advertirles. Salió de la puerta C el vecino con bata azul y canas despeinadas gritando pero nena, no me puedo dormir, pucha, siempre lo mismo. Le expliqué que era mi primera noche ahí, que no volvería a pasar, que no sabía nada y que me disculpe. El departamento estaba vacío, todos habían salido temprano y la calefacción siguió funcionando sin que me diera cuenta. La fui a apagar y volví al conventillo del hall para avisar que ya estaba solucionado. El vecino dijo que el ruido seguía así que lo invité a que pasara a comprobarlo él mismo y un policía lo acompañó. Me tocó quedarme con el policía malo, que repasó la gravedad de quitarle horas de sueño a un trabajador. Me pidió un documento, me preguntó por mis padres, mis ingresos, mi estado civil. Sentí que era demasiado. Sentí que subía la calefacción a mil y un dolor intragable en la garganta, como un alfajor de maicena. Ya estás advertida, ante cualquier otra queja, la denuncia va a ser para vos. Y ahí mismo lloré, me tapé con las manos y me lloraron las manos, lloré la boca y la nariz, fui todo llanto. El policía dio un paso atrás y observó.

Apareció el policía bueno diciendo que el ruido venía del baño porque no funcionaba la cisterna y de repente me vió la cara roja y desarmada. ¿Qué pasó, te pegó? Dije que sí. Fuimos los tres al baño, el policía bueno se sentó en el inodoro y me explicó el problema. Una vez que había empezado no podía dejar de llorar, mis viejos, el baño compartido, la cisterna rota.

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Juana Isola nació en Buenos Aires en 1989. En 2014 publicó Hay que tener una mesa larga atrás de una pila de leña para almorzar en los días soleados con tus hijos en Ray Ban (Editorial Gigante) y en 2015 Automac (Drive & Publishers) junto con Mateo Mórtola. Escribe (http://thejuanabanana.tumblr.com/) y hace zapatos (http://www.bananafishzapatos.com/).

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Selección de cuentos, poesías y escritos de diversos autores en los que la casa configura lo que sucede, como en la vida. Curados por Valentina Varas.