Dábamos vuelta la habitación para construir un país de playmóbils, el set de un programa de tele (con cuponera y todo) o una avenida en la que cada una tenía su negocio. Teníamos mil juegos en nuestro catálogo, que terminaban siempre igual: con un «grande» que decretaba el fin de la diversión porque (*inserte aquí una razón adulta*). A ordenar, chicas.
Cuanto más cerca estábamos de lo profesional, más tedioso y malhumorado era el después. Hasta que le encontramos la vuelta. No sé cuál de las tres tuvo la idea original, y me gusta ese olvido. Fue un logro colectivo.
Tras la directiva, la primera que lograba aceptar el destino interrumpía las quejas de las demás con una invitación cómplice: «Che, ¿Ou youana?».
Era la señal que convertía el momento del orden en otro juego, Telematch.
¿Telematch?
Era un programa alemán de competencias
que se emitía por Telefé los domingos al mediodía.
Un poco de nostalgia noventosa:
La consigna era hacerlo rápido, muy rápido, pero con precisión. Y nos lo tomábamos tan en serio que corríamos descontroladas cargando cosas y chocándonos entre nosotras mientras cantábamos en un idioma inventado.
Ou youana shi gous a cantri
Shi gous o te ra ra ra rastafán
Años después, sigo usando el truquito Ou youana. Mi casa es un lío y me resisto, hasta que empieza a sonar la canción y la situación da un vuelco dramático en cuanto a diversión y performance.
**
Ésta era la canción:
Probálo, te lo prestamos.
María, Vicky y Oti.