Editorial / 13 julio 2015

Historia de un dilema y su desenlace llamado Casa Chaucha

En febrero de 2009 tenía que rendir el último final de diseño de interiores, carrera terciaria (o sea, cortita) que había empezado nueve años antes y abandonado unas tres o cuatro veces. Ya había decidido que no quería ser eso, pero cada vez que se estaban por vencer materias, retomaba para honrar el esfuerzo pasado. Llegó el día y aparecí con la carpeta 50×70 más aprobable de mi historia.
Resulta que agendé mal, y la fecha del examen había sido dos días antes.

Pasada la bronca, y ya segura de dejar las cosas oficialmente inconclusas, apareció con más claridad el dilema que me tuvo en esa zona gris durante una década: por más que me interesaran otros veinte temas, el que me seguía moviendo fuerte el piso era éste, bien simplito: decorar. Pero no quería hacer planos, ni elegir un sillón para alguien que no conozco, ni ambientar fiestas, ni trabajar en un local. Tampoco dedicarme a escribir tips.

Me propuse resolver esta contradicción para pasar a otra cosa de una buena vez, a fuerza de sentarme y pensar. De andar en bicicleta y pensar. De mirar una película y pensar. Y escribir o grabar cualquier pensamiento relacionado a ese misterio. De golpe, una noche, todos esos supuestos desvaríos hicieron efecto, y lo ví.

Resulta que a mí lo que me gustaba era el proceso personal de decorar, no la decoración. La acción, la actitud, la experiencia entera de la casa. Esa idea había aparecido antes, varias veces, pero nunca fue tenida en cuenta porque una mirada romántica del asunto no es un trabajo. Emerge algo auténtico, ¡aleluya!, y lo aplastamos con un montón de convenciones.

Claro que no fue tener esa revelación y listo, porque no, efectivamente no era un trabajo. Pero solucionar algo cambiando la perspectiva funciona como energizante para seguir buscando.

Resolver un problema. Inventar un trabajo. Mejorar cualquier aspecto de uno mismo, incluso el lugar donde vivimos. Sentarse y pensar, hacer mucho lo que nos gusta hacer, y pensar. Escribir. Ignorar los peros.
Repetir el procedimiento cada vez que parezca que no hay nada más.

Ahí tenés el tip 🙂

publicado en Editorial


por María Tórtora

María creó Casa Chaucha en 2009 y desde entonces conoció y fotografió más de 170 casas, dio charlas y dictó talleres, entre otros experimentos. En 2017 saldrá a la calle su libro "Revolución en la casa" (Ed. Monoblock).