En el hall de entrada de mi casa hay un canasto con souvenirs para los que me visitan. Tiene mucho y variado: Discos, marcos, adornos, libros y cualquier cosa que ya no quiera usar más.
El disco de Pitbull voló. También se fueron un montón de macetas. Y un elefante de cerámica, varios portarretratos y una cafetera.
El shopping gratuito genera un rato de risas y alegría, y tiene otra virtud: ayuda a mantener la casa actualizada.
Todos tenemos cosas alrededor, un montón. Algunas son favoritas, y otras puede que no nos digan nada o que ni nos gusten. Pero están ahí porque alguna vez las pusimos… y quedaron.
Es un buen ejercicio recorrer la casa eligiendo souvenirs. A medida que el canasto se llena, el clima general de la casa se va librando de ellos. Lo que elegimos conservar, todo eso a lo que le encontramos sentido, aparece con más fuerza, mejorando la percepción del lugar y de nuestro estilo actual. Cuanto más se edita, más visible se hace la escalada. Es bastante mágico.
Y con el contenido del canasto está todo bien. Está listo para exponerse en el hall, o en una caja al placard, o al destino que le toque.
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Es mejor, antes de entrar cosas nuevas, hacer que circule lo que ya no se usa.
Y darle a todo eso un mejor destino, multiplica la experiencia por mil.
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