Celeste llegó a este departamento hace sólo seis meses. Algo de lo que quedó de su habitación de niña, alguna donación de parientes y una pequeña parte de compras de hoy, armaron este lugar que ya tiene magia. Aunque la lista de pendientes siga abultada.
Esperar los muebles perfectos (o esperar a tener muebles) no tiene por qué ser un tiempo decorativo muerto: un sillón súper cómodo armado con almohadones gigantes podría quedar así para siempre si lo otro no se presentara. Y leer, charlar, comer… todo sobre la alfombra. Sin mesa ni sillas ni grandes despliegues.
El escritorio puesto en diagonal es clave. La cocina, un encanto. Todo es blanco y madera con chispas de rosa, turquesa y violeta, menos ese baño autoritario al que se enfrentó con valentía y color negro.
Fotos: María Tórtora