Este departamento, comprado especialmente para alquilar a turistas, estaba hecho pelota. Necesitaba una mano idónea para quedar como nuevo, y ahí es donde apareció nuestra chica.
Dalia, arquitecta, se encargó de remodelarlo y equiparlo. Pulió pisos, compró sábanas, alisó paredes, eligió muebles, compró cucharas.
Pasó el tiempo. Años, quizás. ¿Y quién terminó vivendo ahí? Sí, ella.
El lugar necesitaba amor. Si bien Dalia había elegido todo, las cosas fueron pensadas para nadie. Pero ahí ves, el sillón negro bajo almohadones hechos en casa, la mesa blanca escoltada por su biblioteca, el puff camuflado con mantas, la alfombra, las lámparas bajas, las fotos, las plantas, los cuadros. Su casa.
Fotos: María Tórtora