Este departamento es impecable. Y el estilo de Clara, la dueña, lo convierte en la Octava Maravilla.
Muebles ancestrales -algunos, de familiares que ni conoció- conviven con los primeros que compró y con otros que trajo Chelo, el novio, cuando se instaló.
Ella pinta, y cuelga obras suyas y ajenas, que compra o canjea por su arte. Sobre la pared de la escalera fue poniendo cuadro tras cuadro y ya alcanzó la treintena. Soñó con hacer eso en todos los muros. Pero, hace algunas horas, todos bajaron de golpe: se mudaron los chicos y estas fotos son un documento histórico.
Fotos: María Tórtora