Elena vivió los últimos diez años en cinco países diferentes, lo que hizo que trasladara de casa a casa sólo cosas pequeñas de valor afectivo. Después de una seguidilla de departamentos amoblados, se instaló Buenos Aires con una insoportable necesidad de decorar.
Encontró este monoambiente lindísimo. Cuando lo conocimos, no entendíamos si había alguna habitación escondida porque la cama no se veía: No quiso resignar la de dos plazas, pero tampoco vivir en un dormitorio. Entonces, la convirtió en un súper sillón.
A falta de alacenas, un ropero usado guarda los elementos de cocina. Su colección de bijouterie cuelga de ganchos sobre estantes descartados. Y dentro de los dos baúles hay de todo.
En uno de sus viajes compró unas cortinas que la enamoraron, y no estrenó en años. Por fin les llegó la hora, y nada importó que a la ventana le quedaran cortas, porque el idilio continúa.
Fotos: María Tórtora