Escritorio / 26 febrero 2012

Escritorio: Febrero

Por Lou.

No es que no salga a la calle; es que estoy trabajando duro. Tristeza nao tem fim pero las vacaciones sí. Y no tengo tele para distraerme pero sí dos tremendos ventanales. A unos cuarenta metros, un edificio con mil ventanas. En la esquina, otro con grandes balcones. En este rincón, yo aquí sentada, doblando hojas y con la mirada libre. Hola TV Voyeur.

Siempre me gustó imaginar vidas ajenas. Con mi papá tenemos un juego: miramos a la gente pasar y adivinamos a qué se dedica. Por eso, cuando veo a la chica del sexto de enfrente, arriesgo: es de Neuquén, trabaja de moza, estudia teatro y colecciona cactus.
El señor del cuarto sufre de insomnio. Su mujer ya no fuma pero esconde atados en el baño.
A los abuelos del tercero nadie los visita. Ella hace tai chi y cose para afuera.
Aquella es noruega y extraña a alguien.
Aquel es pintor y es mudo.

Espío todo lo que llegue a verse por una ventana, que rara vez es más que el «clima» del ambiente. Luces blancas, luces bajas, tubos. Que se vea alguien, nadie. Un televisor prendido. Niños, juguetes. Perros. Plantas.
Tampoco necesito mucho más. Siempre es así: gente, cuartos, vidas. Y cielos.

La curva del sol según el mes. Las formas de las nubes. El color previo al chaparrón. Lo veo todo de reojo. A veces trabajando, a veces por encima de la compu, u otras veces, como ahora, en un recreo a oscuras mientras vacío el desagote del aire acondicionado con un delantal sucio y rodete. Las nenas en la pelopincho de abajo me miran (ellas me miran a mí) y se ríen. Es que yo también estoy en TV Voyeur. Les sonrío, no sé si eso lo ven. No sé exactamente qué ven.

Pero bueno, tampoco puedo distraerme tanto. Son casi las diez, tengo que cortar cartones y los del quinto están por cenar.

Me late que mañana llueve.

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