A Martina y Mariano les llegó la oportunidad de vivir juntos en esta casa bastante antes de poder mudarse. Entonces, en esos meses previos, acumularon de todo en el monoambiente en el que él vivía.
Una tarde, ella vió cómo en su trabajo tiraban unos lockers metálicos y no lo pudo soportar. En el departamento ya no entraba un alfiler, así que una amiga de buen corazón lo alojó hasta que tuvieron las llaves de la casa. Ahí recibió pintadas, calcomanías, fotos y leyendas que continúan hasta hoy, ya seriamente instalado.
Pero además de contar con esta joyita, más ingresos colaboraron con la puesta a punto: el sillón azul (encontrado en la calle y retapizado), cuadritos simpáticos, almohadones hechos por una amiga, lucecitas en la cama, cajas rotuladas en el baño, carpetitas y frascos de la abuela por todos lados, sillas pintadas de diferentes colores, ¡y todas las plantas del patio!
Fotos: María Tórtora