Texto: Natalia Alabel
Allá por el 2004, Celeste y Hernán estaban buscando casa. Un aviso los llevó a un ph derruido, en una linda calle de San Miguel. Al llegar, descubrieron algo increíble: era la misma casa en la que se habían conocido, veinte años atrás.
*********
Seis años más tarde, Celes y Hernán tienen a la pequeña Violeta, y el ph está completamente remodelado. Las paredes blancas presentan botellas incrustadas, que aportan luz y color. También se prestan para guardar libros y discos. El jardín invita a meditar y la cocina, repleta de detalles, halaga el paladar de sólo verla.
Los dueños de la casa son fanáticos de mercados de pulgas y ferias. La casa está llena de objetos viejos, pero no es un viaje al pasado. Todo lo que hay aquí se usa: desde el pequeño ventilador hasta la mesa provenzal, pasando por la vajilla inglesa y la delicada mantelería.
Un detalle que me llamó la atención es la ausencia de plástico. Sólo el vasito de tomar de Violeta, y su silla. El resto de los objetos son de materiales nobles, duraderos y fieles, como el amor de sus dueños.
Fotos: María Tórtora