Acá vivió la abuela de Mecha. Después fue escuela de teatro. Cuando tuvo edad suficiente, esa nieta decidió sacar a todos e instalarse con sus pocas cosas. El lugar era enorme para uno solo y el confort, mínimo. Enseguida supo que no se movería de ahí.
Después de un tiempo sola, se sumó Juan. Entre los dos fueron poniéndole ganas y muebles: decenas de ellos encontrados en la calle y otros tantos comprados usados. Unos se restauraron, otros se tapizaron, y algunos quedaron como estaban.
Hace seis años que son cuatro (+ Lola y Joaquín, que llegaron juntos). Entre todos se encargan de que el lugar se ponga cada vez mejor, bancándose las reformas sin protestar y dejando lindo cada sector del que se ocupan.
Fotos: María Tórtora