Caro llegó a este departamento para instalar un estudio. Trajo el escritorio, la compu y los papeles. Mientras buscaba con quién compartirlo, llegaron la heladera, el sillón… y la cama. Cambio de planes: ¡Es que el lugar es, hasta vacío, una locura!
Pasaron ya unos cuantos años y ella no se durmió en los laureles. En todo este tiempo, con paciencia, pintó paredes, reunió muebles y los acomodó adornos mediante para mejorar lo parecía inmejorable. A cambio de charla y galletitas consiguió tener en su estudio un mural -aún en progreso- de artistas amigos, y su novio Javi diseñó algunos muebles que faltaban.
Los detalles son siempre lo mejor: Picaportes vestidos, aros y collares que se vuelven atracción sólo con ingenio, flores plásticas, papagayos sobre la heladera y recuerdos de todos los tiempos a la vista.
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{Otra mirada sobre esta casa: acá}
Fotos: María Tórtora